Apuntes de una Cuarentena: Un Robin Hood para el mercado

Luis Gerardo GarcíaLuis Gerardo García.- Uno de los resultados del avance de las tecnologías de información ha sido el auge del Big Data (o macrodatos): toda la información (usos, pagos, búsquedas, hobbies, etc.) que es colectada mediante el uso de la tecnología y que, a través de algoritmos de inteligencia artificial, se agregan para hacer un perfil único de cada usuario, al cual se ofrecen productos y servicios más acordes con sus preferencias, gustos y capacidades.

Para el sector financiero, tanto el Big Data como el avance informático se ha traducido en la insurgencia del FinTech, o Tecnología Financiera. FinTech apunta, a través de las nuevas tecnologías, a ofrecer al usuario servicios financieros como alternativas de bancarización de amplio alcance (AliPay, TransferWise), la reducción de las fricciones transaccionales entre cliente y proveedor (Stripe, PayPal), o la masificación de opciones de inversión, incluyendo inversión en iniciativas empresariales (Indiegogo, Kickstarter). En este último rango, el inversionista cuenta con un acceso más amplio a opciones de inversión a través de plataformas menos intimidatorias (o más “amistosas”). Sobre esto, hay una gran variedad de ejemplos, pero hay una aplicación que personifica la ampliación de inversión minorista en mercados de valores; nos referimos, específicamente, a Robinhood.

Como todas las historias arquetípicas en Silicon Valley, Robinhood nació de las ideas de dos graduados de Stanford, Baiju Bhatt y Vladimir Tenev, quienes, después de haber desarrollado varias ideas asociadas al tema financiero (un algoritmo de negociación bursátil y un sitio de ratings de renta variable), crearon una aplicación que ha venido a revolucionar el sector. Robinhood apunta, según sus creadores, a hacer más accesible el mercado de valores al pequeño inversionista, quitándole participación de mercado (de ahí la referencia al héroe mítico del bosque de Sherwood) a los grandes bancos y casas de bolsa.

El atractivo de Robinhood se basa en dos pilares: uno, todas las transacciones de compraventa hechas en la plataforma son gratis, y dos, el interfaz de negociación simplifica mucho la selección de acciones y la presentación de órdenes para la compra y venta de acciones y otros instrumentos financieros como opciones. Con esto, Robinhood realmente ha abierto el mercado, al facilitar la negociación a inversionistas intimidados por la percibida complejidad del sector – inversionistas que, además, estaban en sus casas confinados por la pandemia y con mucho tiempo libre.

No todo en la historia de Robinhood, sin embargo, es positivo. La aplicación, con su interfaz gráfica atractiva, ha sido denunciada por “empujar” a sus usuarios a invertir en instrumentos no adecuados para su perfil de riesgo y sus ingresos. Aún más complicado, Robinhood ha sido acusada de fomentar comportamientos que se asemejan a conductas adictivas y, en una circunstancia donde los deportes profesionales (y por ende las apuestas sobre los mismos) han sido suspendidos por la pandemia, de convertirse en una casa de apuestas financieras.

En nuestra opinión, si bien Robinhood y aplicaciones similares tienen aspectos preocupantes (como la sobresimplificación del mercado y la compulsión a incentivar conductas adictivas que incrementan el riesgo del inversor), la presencia de estas aplicaciones ha traído beneficios al mercado al brindar acceso a un cúmulo de inversionistas que habían quedado al margen por no contar con los medios para participar. En este sentido, los reguladores deben tomar nota y orientarse a la educación financiera, de manera que el consumidor conozca los aspectos menos glamorosos del trading y entienda los riesgos de la actividad. Y en Venezuela, aunque hacen falta muchas otras piezas para armar este rompecabezas, esta es una arista que está abierta para la innovación y que bien pudiera servir de catalizador para desencadenar una (r)evolución en el sector.

 

@VzlanaF

 

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